domingo, 26 de abril de 2009

soledad publica

Escribir en un blog es la mas perversa de las terapias. Es poner en un espacio público algo que nadie va a leer, que nunca serà pùblico. Es disparar por miles de redes un coelctivo de fonemas que no tienen destino. Es publicar para que el autor se su unico lector.

No me imoprta. Los escritores son los únicos verdaderos lectores de lo que escriben, el resto son meros convidados de cartón sin sus dientes postizos en una choripaneada unipersonal. EScribo porque quiero, y quiero ver plasmadas en algún lado palabras que no quiero volver a pensar, pero tengo la necesidad de recordar cada tanto. Escribo con amargura, sí, con anhelos de cosas que no tengo o no hice, también. Además escribo con esperanza... Con la esperanza de que este haciendo algo más que escribir. Escribo esperando que en algún momento esto deje de expresar cosas no existentes y empiezen a relatar realizades consumadas, sin que las palabras hayan cambiado.

Escribo también porque después de escribir, me siento mejor, sin que nada haya cambiado realmente. Escribo como terapia, la más perversa de las terapias.-

lunes, 29 de octubre de 2007

Mañana post electoral

Lunes 29 de noviembre. 07:45 am

Cruzo las calles de esa Mendoza tan poco acostumbrada a los acontecimientos ruidosos. Esta vez me saludan, en lugar de los ejercitos de pelusas primaverales que pinchan globos oculares, miles de caras sonrientes.

No estan, como sugiere la logica antropomorfa, adheridas a un cuerpo humano a traves de un cuello. No pueden tanpoco dejar de sonreir. Están paralelas a la baldoza, a milimetros del suelo, estampadas en afiches y panfletos de campaña y maquilladas con el trazo de suelas anonimas.

Una plaza, remodelada hace apenas unas semanas, es la anfitriona de esta fiesta de papeletas. La ironia es la invitada mas atinada, y la verborragia la más repetida. Despues de bajar cuatro cuadras y doblar un par hacia en norte me llevo casi por delante con un vallado que cierra las cuatro esquinas del correo. Ahi esta la primera escena chocante del dia: dos policías. Uno fuma tranquilo, apoyado en la valla como si nada fuera extraño, el otro, con los pies separads un ancho de hombros y la camisa mal escondida debajo del pantalon, usa su celular.

No es un celular cualquiera. Es uno de esos que traen afeitadora, sillon masajeador y bidet de 5 megapixels. Es plateado (muy plateado) y el agente parece gozar cada apreton que propina a los comando de este icono cultural de estos ratos. Lo extraño es ver a un policia hacer cosas de ser humano, como si no estuviera en parte poseido por el unioforme y la funcion que eligió/le toco cumplir.

Camino apenas media cuadra y el policia tecnocrata queda reducido a cenizas cuando veo una cola de 60 personas en la puerta del correo. Todavia no son las 8.

- Esta cola es para la junta electoral?- la pregunta, casi furtiva, sale de una garganta vieja acorralada por un cuello blanco y pulcro de camisa enmayetada con corbata al tono. Es un señor de apariencia respetable. Tal vez temible. Podria ser uno de los donantes de caras para los afiches de la palza.

- Sí- la respuesta es anonima, podria darla cualquiera de los que esperan.

No termino de entender todo el cuadro. Papeles en las calles, afiches rotos en las paredes. La policia no es un batallon de robots con aspecto humano y las personas se levantan mas temprano para ir a decir que no votaron que para votar el dia anterior. Se gasaron millones en un comicio con final cantando y Mendoza, la vieja y aburrida Mendoza, muestra signos de una fiesta que nadie vió.

Al Sabath